lunes, febrero 22, 2010

Entrevista para EMOL por David Ponce. 24 de Agosto de 2009

Son fuera de discusiones el elenco mayor de la cueca en Chile, por años y por cantidad. Los diez experimentados cantores y músicos del elenco de La Isla de la Fantasía, con sede en Valparaíso, lanzan esta semana su tercer disco, Memoria porteña.

David Ponce

Desembarcaron hace dos años en la capital para mostrar un repertorio con décadas de experiencia en la música popular de Valparaíso, y esta semana vuelven con el refuerzo de su flamante tercer disco. Memoria porteña se llama el más reciente trabajo de La Isla de la Fantasía, el mayor elenco dedicado a la cueca y a otros géneros como el vals y el bolero, en Valparaíso y en todo el país.

Mayor por edad y por cantidad. Hasta 85 años tienen los músicos y cantores de La Isla de la Fantasía, y son una alineación que incluye a las cantantes Lucy Briceño y Silvia Pizarro, conocida como Silvia Trigueña; los cantores Benito Núñez, el dueño de casa; y Gilberto Espinoza, llamado Mascareño; el baterista Elías Zamora, los guitarristas y cantante Juan Pou, Juan Juanín Navarro, César Olivares y Carlos Dávila y el multiinstrumentista y cantante Luis Flaco Morales.

De generaciones más nuevas figuran también Luis Sata Ponce, de Los Afuerinos (acordeón), Fernando Leiva, de Los Paleteados del Puerto (piano), Alexander Muñoz (piano), Bernardo Zamora (bajo) la dupla entre Jonathan Layana y Diego Vega en piano y contrabajo), todos coordinados por Felipe Solís, un estudiante de sociología y músico que se hizo cargo de la producción de Memoria porteña. Solís ya conocía a La Isla de la Fantasía para su primer disco, Cuecas porteñas (2001), y se incorporó como músico en el segundo, A cueca limpia (2007).

-¿Cómo ha sido ese recorrido, cada disco es un retrato distinto o el patrimonio musical es el mismo? -En el primer disco hay tres sub-grupos, entre el de Lucy (Briceño) o e de Silvia y los Viejos Cracks. Esa separación se desdibujó desde A cueca limpia, aparte de incluir el repertorio completo que hacen ellos, es decir valses peruanos, boleros, tonadas, fox trot. Han pasado los años y la salud de algunos les impide a veces tener la misma fuerza de ayer, pero en este disco registraron desde los momentos más potentes y frenéticos de las cuecas hasta la suavidad del más sollozante tango o el más penoso vals. Son voces curtidas por los años, pero se entregan con la misma fuerza de que deben haber gozado en su juventud.

-¿Qué diferencias tiene el repertorio de este disco con los dos primeros? ¿El vals peruano tiene un rol más importante aquí, por ejemplo? -El vals peruano, aunque sólo hay tres, efectivamente toma mayor protagonismo, ya que no grabamos boleros. Y eso es sintomático de la experiencia con ellos. En una fiesta cualquiera es el vals peruano el que más interpretan, y no ahora, sino como una constante en su quehacer musical, por lo menos en la cotidianeidad. Después aparecen los boleros, y cuando la cosa ya se arma es que brotan las cuecas, como momento de mayor entusiasmo y explosión musical.

Todos los años del lote

En Memoria porteña se escucha por primera grabado vez un tango en las voces de La Isla de La Fantasía, además de una versión instrumental de la polka paraguaya "Pájaro campana", de una nueva selección de foxtrots y de dieciséis cuecas, del total de veintiséis canciones.

-En este disco escuchamos cuecas a capella en la voz de Lucy, de Mascareño y del tío Beno -detalla Solís-. También hay una cueca atarrá, como le dicen ellos, es decir sólo con percusiones como panderos, platillos, batería, un tarro basurero que había en el estudio y tañando en la misma guitarra. Todo ese track está grabado de corrido, desde las conversaciones previas hasta el golpe de platillo final.

En A cueca limpia (2007) todas las canciones eran de autoría del propio Luis Flaco Morales, pero esta vez el conjunto volvió a las canciones tradicionales.

-Mi criterio fue el de buscar textos que ojalá no hubieran sido grabados, latentes en la memoria de estos músicos, y musicalizados con melodías del folclor -explica el productor-. Y hay un espacio más amplio para mostrar conversaciones entre cada grabación o en finales de temas. Es un disco en vivo no sólo porque prácticamente todos tocan y cantan en tiempo real, sino también porque la esencia de su música está siempre creándose y recreándose. Se miran, se hacen señales, cambian los pulsos según las dinámicas propias de cada estilo y lo más maravilloso es que todos lo hacen al mismo tiempo.

-¿También es nueva la opción de ensayar lo estrictamente necesario, como has dicho? ¿No lo habían hecho así antes? -Es que ellos nunca ensayan, no es parte de su forma de trabajo ni de su estilo. En rigor, La Isla no tiene una organización como "grupo musical" si no más bien como "lote". Nadie es indispensable, si falta uno lo cubre otro. Todos conocen el repertorio, y si no, se acoplan perfectamente porque tienen interiorizadas por completo las armonías de cada género. Es simplemente porque llevan años trabajando juntos y porque hacen música del cancionero latinoamericano, por lo que si fueran a Perú, a México o cualquier otro lado, encajarían igualmente bien en el repertorio compartido.

-¿De ahí viene lo que se llama la "cueca en lote", como escribes en el disco? ¿Qué es exactamente? -Lo que he llegado a entender como cueca en lote es esencialmente el momento en que de forma espontánea surge la cueca. Las cuecas de Lucy y Silvia no son de este tipo porque ellas cantan la primera voz en toda la extensión. En el caso de la cueca en lote sale en primera voz un cantor, otro agarra el siguiente trozo y así hasta completar el texto. Puede ser un lote, o "chungo", como se le dice aquí en Valparaíso, de cinco, diez o más personas, pero lo más relevante es que, según la calidad de los cantores, afloran y salen a la luz versos o melodías que no se cantaban hace mucho tiempo, o aún mejor, inventados en el mismo momento. Aquí se aprecia la dinámica de este estilo, que obliga a todos a estar involucrados y atentos, aunque de una forma muy natural, en ese maravilloso momento.

-En el disco también apuntas que las primeras canciones entonadas por estos cantores fueron valses peruanos, rancheras y boleros popularizados por la radio, el disco y el cine. ¿Qué rol tenía la cueca entonces, tenía una popularidad equivalente? -González y Rolle (los autores del libro Historia social de la música popular en Chile. 1890 - 1950, de 2005) recogen datos de la cueca en los años '30, si no me equivoco, como uno de los géneros más populares en la industria discográfica nacional. Yo espero que la mayoría de las cuecas que registramos, que oficialmente son de autor desconocido, sean un aporte al rescate de textos, pero perfectamente pueden haber sido grabadas hace quizá setenta años y pasaron a formar parte de la "memoria" de estos músicos. Lo que en el fondo muestra que esta memoria a partir del siglo veinte está indefectiblemente mediatizada como nuevo dispositivo de transmisión cultural.

-¿O sea que también la conocen por la radio, por ejemplo, no es un proceso tan oral? -Personalmente pongo en duda los discursos que dan un valor absoluto a la oralidad en el enriquecimiento y la mantención de la cueca. Si bien en Valparaíso y Santiago la oralidad jugó un papel fundamental no podemos restar importancia al enorme peso de los medios de comunicación, que nos tenían cantando rancheras en los años '40 hasta en el más olvidado pueblo de nuestro país.

En los cerros y en el plan

En los agradecimientos de Memoria porteña hay menciones a algunos cantores fallecidos durante los últimos años, desde integrantes de la propia Isla de la Fantasía como el guitarrista Reinaldo Zurdo Bernal y el acordeonista Luis Salas, hasta la renombrada cantante del bar restaurant Cinzano en el puerto, Carmen Corena.

-Lo de la señora Carmen Corena, a quien no conocí personalmente, surge por toda la gente que se nos ha ido y que siempre es bueno recordar y homenajear -explica Felipe Solís-. Ellos efectivamente la conocieron, pero desconozco el nivel de cercanía, especialmente en el ambiente artístico de la época en que se desarrollaron más acabadamente.

-¿Y en general hay relación entre la gente de la Isla y otros músicos del puerto, del mismo Cinzano, como el pianista Pollito González, o con su hermano el cantor Jorge Montiel, por ejemplo? -Con Jorge Montiel son más cercanos porque él es habitué del Rincón de las Guitarras, y como allí trabajan Lucy Briceño y César Olivares, se ven más seguido, aparte de ser amigos. Y dentro de la misma Isla es importante decir que hay experiencias de vida y artísticas muy diferentes. Hay quienes se dedicaron toda la vida a la música y que tuvieron carreras más formales, como Silvia Pizarro y su marido Carlos Dávila, que se presentaban como elencos estables en importantes boites de Valparaíso y también de Santiago. Así también hay otros cuyas canchas fueron más bien las ramadas, quintas de recreo o lugares que podríamos llamar más populares, pero no por ello menos importantes.

-Se ha preguntado harto, pero siempre es bueno saber: ¿qué diferencias hay entre el modo de tocar, cantar y bailar la cueca en Valparaíso y en Santiago? -Me gusta esta pregunta, para romper mitos con lo que se entiende por cueca porteña. La cueca llamada porteña, por denominación de origen, casi mero gentilicio o patronímico, comparte la misma estructura poético musical que la cueca que se hace en Santiago y en general en toda la zona central. Si es por diferencias, la única que he podido constatar empíricamente tiene que ver con un pulso más ralentado que la de Santiago. Los viejos hablan de la cueca de la capital como una cueca más ligerita, más "chicoteada", más rápida, mientras que a la del puerto le dan, en sus palabras, un cariz más "arrastrado", más lento. Eso se aprovecha para bailarla más sinuosamente y para frasearla sin tanto apuro, lo que permite hacer más "dibujos" con las melodías.

-¿De dónde viene esa diferencia? -Me atrevería a decir que el vals peruano y la marinera tienen mucho que ver, teniendo en cuenta que Valparaíso fue el puerto más importante del Pacífico por mucho tiempo, como un crisol de ritmos y estilos, especialmente con nuestro país hermano.

Felipe Solís se hizo cargo de la producción de este tercer disco de La Isla de la Fantasía luego de que el músico Bernardo Zamora lo hiciera en las dos grabaciones previas. "Este proyecto surgió casi como una natural evolución en quienes hemos estado junto a los viejos, y me aventuré a proseguir el importante trabajo que ellos empezaron", explica. "Para mí es una obligación histórica e incluso moral el registrar este trabajo. Ellos conocieron un estudio de grabación con más de sesenta años (de edad) y esa deuda histórica de Chile con los músicos porteños no puede seguir. Es tanto el material que aunque ocupe toda la capacidad de un CD siempre está la sensación de que se necesita estar permanentemente registrando su trabajo. Ad portas del Bicentenario, en donde el clamor tiende hacia nuestro patrimonio, músicos como los de La Isla de la Fantasía no tienen ni el más mínimo reconocimiento a nivel nacional que se merecen, y no sólo por los discos que hemos podido hacer ni por su trayectoria, sino por ser los últimos representantes de un Chile que se muere con ellos".

Entrevista para www.musica.cl de la SCD por Ignacio del Fierro.29-Sept.2009.

1- Felipe, ¿Cómo se gestó el disco? ¿Cuánto demoraron en grabarlo?

El disco nació por la permanente inquietud de registrar y difundir el amplísimo repertorio de este "lote". Su cancionero es espejo de una experiencia que los ha acompañado durante todas su vidas y que también son reflejo de lo que fue Chile durante mucho tiempo. Ellos son los últimos representantes de una generación que se acaba con ellos lamentablemente y que por lo mismo, hay que lograr preservar su experiencia para las generaciones venideras. Hay formas de ver el mundo, estilos musicales, personalidades, historias, voces, etc. todos aspectos que confluyen cuando se juntan a tocar en una casa, en una fiesta, no tanto en un escenario, si no más bien en lo íntimo y que es lo que traté de presentar en este trabajo.

El disco en sí, se gestó a partir del repertorio que les he escuchado estos años. Hay canciones que son más características de uno que de otro, y eso en especial traté de registrar. Hubo también mucho de consultarles a ellos mismos, respecto a qué sentían que era lo más apropiado para que grabaran, las canciones que estuvieran más "maduradas" en su interpretación y que fueran reflejo de lo que hacen en lo cotidiano. Por ello, el fuerte son las cuecas y el vals peruano, aunque éste último, es lejos el más tocado por ellos, siendo las cuecas un momento especial en el tiempo-espacio de la fiesta y la reunión, las que surgen con un estado de ánimo especial, que hasta se huele a veces, pero que es el summum de la festividad de "La Isla". El proceso de grabación comenzó los primeros días de Agosto del año pasado hasta Enero del presente, retomándose por otras razones recién en el mes de Junio de este año. En general, el proceso de grabación con ellos tiene su forma, de la cuál no creo pueda ser otra, por lo que tampoco nunca me interesó buscarla, la cuál exige que las condiciones de "control" a las que se someten ellos por el hecho de estar grabando en un estudio, sean reducidas lo más posible. Su ser/hacer musical responde a otras dinámicas, es espontáneo, muchas veces desordenado y libre, por lo mismo, registrar su musica exigió siempre de mi parte el saber que eso es lo que son ellos, su estilo, su música y finalmente, lo que yo también quería presentar y que no es otra cosa sino el sonido característico de "La Isla de la Fantasía".

2- ¿Son todas canciones originales o hay versiones de otras?

La única canción original que hay en el disco es "Mi puerto pancho querido", hermosa cueca en tonalidad menor y con la poco usada muletilla larga, cuya letra y música pertenece a Juan Pou Flores. Hay adaptaciones por.ej.de la cueca "Soy dueño del Barón", esta vez relatada desde el cerro Ramaditas por el cantor y guitarrista de mayor edad del grupo, don Gilberto "Mascareño" Espinoza, quién hace muchos años, junto a un nombrado panderista porteño llamado Roberto"Loco" Marín, adaptaron la letra a este cerro, que fue cuna de un sinnúmero de cuequeros. En el caso de las cuecas, la idea fue presentar textos que en la actualidad son más bien desconocidos, todo con la intención de aportar a la ampliación o re-ampliación mejor dicho, del repertorio tradicional cuequero. Lo digo así porque muy probablemente, el repertorio cuequero tradicional en cincuenta años más, será el que se está creando en la actualidad con el trabajo de muchos grupos de cueca jóvenes, aunque sin duda se preservarán cuecas que ahora ya son viejas. Personalmente considero que cómo músico y productor, y aún más como cuequero, habría sido una pérdida de tiempo y trabajo registrar cuecas que están archi grabadas, he ahí el origen del título del disco. Finalmente, cada canción aqui es una versión, Silvia "La Trigueña" no solo canta, si no que "vive" un tango que quise presentar solamente acompañado por la sabia guitarra de Juan Pou, aunque donde más se puede sentir nuestras versiones, gracias a la referencia discográfica, es en la triada de valses peruanos que cantan en orden Silvia "La Trigueña" en "Cuando llora mi guitarra" (Augusto Polo Campos), el tío Elías Zamora esta vez con plumillas en "Yo la quería patita"(Mario Cavagnaro) y finalmente Lucy Briceño con el jaranero "Paseando por el parque"(Luis Abanto Morales), como lo tocan simplemente ellos, con un par de guitarras y un requinto o acompañados del particular swing que tiene la batería del tío Elías.

3- ¿Cómo fue la experiencia de trabajar con músicos mayores y tener la responsabilidad de dirigir el proyecto?

El trabajar con ellos sin duda no es fácil, y es principalmente porque tienen otros ritmos, y me refiero con esto al ritmo de vida, a la no perentoriedad de la hora que marque un reloj o por el contrario, al apuro por ir a juntarse con alguno de sus amigos. Ellos son más libres que uno, son quizá viejos en edad, pero increíblemente jóvenes de espíritu, y de eso se aprende mucho. Es más gratificante una tarde entera con ellos que encerrarse en un mall o viendo TV. Por suerte, yo me crié con gente mayor y creo que eso me ha ayudado bastante, porque compartimos las mismas mañas. Ellos muchas veces pueden no entender que para registrar correctamente algo, hay que pasar horas trabajando en lo mismo, aparte de todo el trabajo posterior a la grabación misma. Pero sabiendo eso y confiando en que ellos tienen fuerza para seguir entregando su a veces escurridizo arte, no es más que un orgullo el trabajar con ellos. Para mi en lo personal y en lo profesional ha sido el trabajo de mayor responsabilidad de mi vida. Un disco es algo que queda para toda la vida. Yo, o cualquier persona en muchos años más escucharán este disco, que no será el último de "La Isla", y le encontraremos nuevas cosas, buenas o malas, pero ése es el gusto de trabajar con música. Yo sin tener ningún estudio musical formal (al igual que ellos) y teniendo una formación como sociólogo, siento que difundir su trabajo no es otra cosa más que un deber que se le debe a nuestro país, el que muchas veces se encandila con luces de consumismo e individualismo, pero que no ve el fuego que queda en sus propios músicos locales, que ganan una pensión de hambre,que viven modestamente, pero que sin embargo han dado su vida por la música.

4- ¿De qué habla el disco en términos generales? ¿cuál es su temática?

La temática del disco está graficada en su nombre. Es la presentación de una parte de lo que fue el Valparaíso del S.XX. De lo que fueron los espacios donde desarrollaron su quehacer musical, es decir las boites en el caso de algunos, las quintas de recreo en el cerro San Roque, los restorantes, fondas, rodeos, celebraciones de santos, matrimonios o bautizos y en general cuanta fiesta hubiera. Lo espontáneo de su agrupación como personas en torno a la música y la amistad, de su performance musical y del sentido que le dan a todo esto, es lo que siempre me llamó la atención y que creo que es la bien llamada "Memoria Porteña".

5- ¿Cuál es el principal objetivo de esta producción?

El objetivo principal es registrar su música, entendiéndola en el amplio sentido de una manifestación puramente social de relacionarse con su entorno y expresarse ellos mismos. Yo, con 28 años, pertenezco a una generación que conoció a estos músicos cuando ya sobrepasaban los sesenta años y en donde muchos de ellos nunca habían pisado un estudio de grabación. Esto no es una iniciativa solamente mía, se hizo en Santiago con "Los Chileneros", se hace también allá con María Ester Zamora y Pepe Fuentes, se hace en muchos lados y ni se conoce su valor. Es por eso que muchas personas como yo están dispuestas a ocupar todas sus fuerzas en perpetuar de alguna forma esto. Es nuestra historia, es decir, somos nosotros mismos, somos nosotros los principales afectados por no cuidar lo que siempre estuvo allí y que ni una sombría dictadura pudo terminar.

6- ¿Cuáles son los tracks más destacados? (singles)

Es difícil decir qué es lo más destacado de un hijo, personalmente, siento que el tango "Cruz"(9), así como el vals peruano "Cuando llora mi guitarra"(17) interpretado por Silvia "La Trigueña", son momentos muy sensibles del disco. Ella es una artista increíble, una voz dulce y tibia, que ni los años han podido segar y con una interpretación que viene de muy profundo, así como lo es la interpretación del vals "Todo el barrio supo" del chileno Efraín Navarro que abre el disco en la voz del tío Benito Núñez. Hay también muchos momentos de fiesta, que están retratados por ejemplo en la selección de foxtrots(20) o en "Paseando por el parque"(track 19) cantado por la carismática y efusiva voz de Lucy Briceño, otra de las reinas de "La Isla de la Fantasía". Y por supuesto están las cuecas, de las cuáles son quizá las más llamativas, "Esa flor que llevas puesta"(5) y el "Nunca se supo"(26) ya que abren con la voz a capella del tío Benito cantando la cuarteta incial y completadas por todo el elenco nombrado, más Juan "Juanín" Navarro, Luís "Flaco" Morales, , César Olivares, Carlos Dávila, yo y todos los talentosos músicos invitados que participaron con nosotros. De la misma forma que lo hacen a capella también en la cueca completa Lucy en "Entre tu puerta y mi puerta"(6) y Gilberto "Mascareño" Espinoza en "Soy dueño de Ramaditas"(16). En general, todas las cuecas y cada canción tiene una historia detrás de sí que la hace ser muy especial.

7- ¿Cómo ha sido la recepción del público de este trabajo?

Me he dado cuenta que lo sienten como un regalo, es literalmente lo que me han dicho muchas personas. A los tíos los abrazan, les entregan su cariño, me imagino que en sus casas disfrutarán este trabajo como yo lo hacía con el primer disco ("Cuecas porteñas", 2001) antes de conocerlos personalmente, es decir, escuchándolo una y otra vez quienes son más melómanos, hasta que cada canción se quedara casi incrustada en la memoria. Me gustaría eso si que los canales de distribución fueran más. Hacer un disco es sólo una parte, la difusión es casi la otra mitad y para ello se requieren recursos. Yo estaría feliz que algún sello quisiera reeditar y distribuir este trabajo y los dos anteriores. No me gustaría que con los años, cuando quizá muchos de ellos ya no estén físicamente con nosotros, se valore tardíamente su trabajo. Esos errores Chile no debe seguir permitiéndoselos.

Reseña de "Memoria Porteña" por David Ponce. EMOL.

La Isla de la Fantasía Memoria porteña...por David Ponce. EMOL.
Cualquiera en Valparaíso y más en Viña del Mar sabe que una manera de llegar a Gómez Carreño es tomar la ruta que nace donde estaba el viejo regimiento de coraceros y subir hasta el sector alto de Viña que lleva ese apellido, pero en este disco el cantor y guitarrista Gilberto Espinoza, conocido como Mascareño, enseña otra manera de llegar. "En la Plaza de la Victoria / estaba Gómez Carreño / afusilando a los obreros / con tantísimo empeño", canta aquí Espinoza en alusión al real almirante Luis Gómez Carreño, sobre quien está escrito que tras el terremoto de Valparaíso en 1906 se hizo cargo de restablecer el orden en la ciudad. Esa canción de hecho se llama "El terremoto de 1906" y es uno de los muchos pedazos de memoria porteña guardados en el tercer disco de los cantores más añosos y preparados para relatar con música esa historia de Valparaíso: La Isla de la Fantasía. Es un elenco de mujeres y hombres entre los sesenta y los ochenta años unidos por décadas de vida y de amistad el que da forma a este grupo, y Memoria porteña es el apropiado nombre de su nuevo disco. A veces parten cantando a capela, con la voz sentida del dueño de casa, Benito Núñez, en la cueca "Esa flor que llevas puesta", o con el timbre fuerte y acentuado de Lucy Briceño en "Entre tu puerta y mi puerta", también a capela de un modo en que se siente hasta su respiración antes de cada verso. Al mismo tiempo se oyen las cuerdas de todo un frente de cantores y guitarristas entre César Olivares, Juan Pou, Juan Juanín Navarro y el propio Mascareño, y están los quiebres de batería del también decano Elías Zamora y la percusión sabrosa y generalizada con que parte "El diablo se fue a bañar", otra cueca entre el bombo de Zamora y todos los panderos de la Isla completa. La cueca es mayoría aquí, como siempre. Hay dieciséis cuecas en Memoria porteña, al lado de cuatro valses peruanos, una tonada, un tango, un foxtrot, una polka paraguaya, una canción tocada como corrido y hasta una versión muy personal del pasoble "El beso" bien escondida al final. La cueca porteña se oye más acompasada y con sus rasgos propios. "Hasta cuándo seré yo" tiene la melodía de otra cueca como "El capullo que me diste", incluidas las muletillas "Rosa, rosa" y "Linda morena". Sobre la melodía popular de "Aló aló" en La Isla de la Fantasía cantan una muletilla más mordaz como la de "Cochero pare", y como si no fuera bastante clara está complementada con "Al coche, comadre". El disco empieza con vals peruano, pero de autor chileno, con una melodía de Efraín Navarro, y se pasea luego por eminencias del país hermano como Augusto Polo Campos ("Cuando llora mi guitarra") y Mario Cavagnaro ("Yo la quería, Patita", en la voz del mismo Elías Zamora, por una vez más sentida que picaresca). Silvia Pizarro hace su entrada en "Cruz", tango de Héctor Stamponi y Ernesto Cortázar, y también se oyen la institución paraguaya que es "Pájaro campana" y hasta un ritmo pre-rocanrolero con versos como "Y Benny Goodman zapateando el boogie woogie". Memoria porteña toma mejor que los dos discos anteriores el pulso a la amplitud de repertorios de que es capaz este elenco. Hasta queda registrado un momento de improvisación y evocación llamado "Haciendo memoria porteña", donde estos hombres recuerdan sobre la marcha a antepasados musicales con frases como "Éstas son recopilaciones que hacía Cuadradito", en alusión a Manuel Rodríguez, Cuadradito, uno de los legendarios cuequeros de Valparaíso que acostumbraba recordar un cantor santiaguino nato como Nano Núñez al lado de otros nombres sonoros del puerto como El Estropajo, El Vitololo y el propio Mascareño. Y es el Mascareño quien viene a dar una muestra práctica de lo vivo de la cueca y de lo flexible de su autoría cuando, de nuevo a capela emocionante, canta "Soy dueño de Ramaditas" sobre los mismos versos de "Yo soy dueño del Barón". Es el derecho que da haber vivido y vivir en Ramaditas, uno de los cerros poblados de históricas quintas de recreo en Valparaíso. Desde ahí Mascareño canta versos sobre vecinos de antaño con nombres como El Perico y Juan Salas, que los que saben saben que era un hombre que vendía trago para callado en el barrio. Y tanto como el terremoto de 1906 eso también es memoria porteña.