miércoles, septiembre 13, 2006

Biografía de Mascareño

Gilberto Alfredo Espinoza Espinoza, más conocido como Mascareño, nació el 27 de Enero de 1924 mientras sus padres vivían en San Roque, frente a la quinta Ugarte. Tuvo 11 hijos, de los cuáles quedan actualmente 6 vivos. Era el menor de siete hermanos A los 16 años se trasladó al cerro Ramaditas donde vive actualmente. Con sus 82 años es uno de los integrantes de más edad y de más larga trayectoria de la agrupación, ya que tiene 64 años de experiencia musical. Su padre Francisco Alfredo Mascareño Mascareño era oriundo de Casablanca. Él trabajaba como zapatero y tocaba la guitarra “para los amigos”, o sea no de manera profesional. Su madre, Juana Espinoza, quien nació en 1877 y falleció a la edad de 105 años, era de Rancagua. Cuando Mascareño tenía quince años, le pidió a su padre, a quien siempre acompañaba cuando este tocaba, que le enseñara a tocar la guitarra…“él tenía una guitarra española de ésas antiguas y ahí me, me enseño lo mas difícil el dominante de Mi al tiro, así que claro una vez que ya aprendí re todos los días, desayuno, almuerzo, once y comida”..., refiriéndose a cuánto le gustaba tocar este instrumento. Así fue como rápidamente comenzó su extensa carrera de músico, aunque él no se autodefina como tal, si no como folclorista ya que…“músico es el que toca instrumentos de viento”…, clasificación que separa al músico popular de aquel que recibió estudios. La primera vez que debutó entonces como folclorista, fue en el año 1942, a los dieciocho años de edad,…“la primera vez que salí a cantar yo a una ramada fue al Salto(…)había una medialuna ahí, y ahí hicieron un rodeo y ahí fui yo, no me acuerdo quienes habían más, pero yo tenía(…)a los dieciocho años principié(…)porque a los quince años, me demoré tres años en que me enseñaran toda la cuestión de la guitarra(…)yo en esos años, yo cantaba de cerro a cerro”… Las cuecas de cerro a cerro eran una costumbre aquí en Valparaíso, ahí se demostraba quien tenía buen “pito” y lo característico de una ciudad en donde la música y los cantores abundaban,…“nosotros cantábamos de cerro a cerro(…)aquí en Ramaditas, cerca de Santa Elena, entonces una vez yo estaba cantando en el Cerro la Virgen y otro acá en Ramaditas, y en la noche, como recién estaban saliendo las radios no más, se sentía clarito, de cerro a cerro”…,de hecho Mascareño recuerda que él tenía mas de treinta años cuando se empezaron a usar micrófonos en la ramadas, lo que muestra la capacidad que tenían los cantores para hacerse oír en las ramadas o de un cerro a otro. Los lugares donde más recuerda haber salido a tocar, en especial para los dieciocho, fue la Quebrada Alvarado, al interior de Villa Alemana, en ramadas que ocupaban la mitad del cerro, abajo una medialuna y la cancha de fútbol. En Limache, también recuerda, había una señora que ponía ramadas y que era la que mejor pagaba. Le mandaba por correo un billete de 50 pesos en donde le decía la fecha y la hora en que se debía presentar. Para llegar a Limache gastaban entre tres y cuatro pesos, y cuenta que con cinco pesos tenía para los gastos del día en la casa. En tres días de canto ganaba 900 pesos, lo que grafica lo diferente, económicamente, que era trabajar como músico popular en las ramadas de ésos años. Aunque de todas formas el horario era extenso, ya que partían desde la hora de almuerzo o desde que abrieran las demás ramadas, hasta las dos o cuatro de la mañana, o hasta que la patrona dijera. Del cerro Ramaditas donde ha vivido gran parte de su vida, recuerda que había una infinidad de músicos, siendo este cerro en particular, junto al San Roque un crisol de músicos y cantores, entre ellos recuerda al “Nene” Ruiz que tocaba la batería, el Chico Noguera, el Chico Juan y el Chico Nolo, todos guitarristas, Enrique “Ñato” Riffo, Roberto “Loco” Marín quien trabajaba en la feria y que Mascareño también reconoce como un panderista talentosísimo a la vez que buen cantor, Armando “Estropajo” Lucero, …“que es de después”…, o sea que llegó posiblemente después al cerro, Arturo Donoso, quien tocaba y cantaba, y al “Ciego” Segundo, quién trabajaba estable en el “Nunca se supo” y quien tocaba hábilmente el piano y el acordeón. Una cueca hecha por Mascareño, tomando como base la tradicional “Yo soy dueño del Barón”, nos habla de este cerro.
Soy dueño de Ramaditas Porque soy un caballero Subo yo por santa Elena Y bajo por lo polleros. La calle principal Que yo trafico La calle Ramaditas Donde el Perico. Donde el Perico, si Callejón Fortune Donde toman los guapos El día lunes. Vamo`a hacer la mañana Donde Juan Salas.
Aquí describe a los polleros que se ubicaban casi al llegar al pasaje Santiago subiendo por Santa Elena, el “Perico” era un restaurant ubicado en la calle Ramaditas, el callejón Fortune era donde vivía en “Ñato” Riffo, Juan Salas era uno que vendía vino “pa` callao”. Mascareño, a quien por el apellido de su padre se le ha dicho de esta forma desde que era un niño, también trabajó siete años con el “Cuadrado”, apodo que tenía ése nombrado cantor y comerciante del mercado, llamado Manuel Rodriguez, haciendo un lote junto al “Chico” Juan (Rosas) y a Noguera, en el local “Coquimbo Atacama” ubicado en la calle Victoria, local que después administraría otro nombrado porteño, Juanito Orrego. El lote de músicos más cercano y con quienes Mascareño tocó más tiempo fue con el tío Elías, principalmente en San Roque, con el ciego Segundo, el “Tomate”, el “chico” Noguera, el “nene” Ruiz, entre los principales. Mascareño ha vivido toda su vida en Valparaíso, pero a los 23 años estuvo viviendo tres meses en Santiago con su amigo “Chico” Noguera. En esta oportunidad conocería a un pequeño niño de ocho años quien tocaba algo de guitarra y cuyo nombre era Raúl Lizama, el “Perico”, quien en ésos años vivía en la calle Bulnes, entre Rosas y San Pablo, lugar en donde también recuerda haber conocido a un panderista el que le decían “Clico”. De las veces que se juntaban santiaguinos y porteños, todos coinciden en que eran dos los lugares principales donde esto ocurría, el restaurant “Nunca se Supo” y el Sporting de Viña del Mar, cuando cada verano se corría el Derby. De una de ésas ocasiones Mascareño recuerda que llegaba el “Chico” Mesías, Mario Catalán , Humberto Campos entre otros,…"Una vez se armó una mocha…en el Sporting, al Ñato Riffo le hicieron pedazos la guitarra…y al finao loco, el que hacía los panderos, Grondona le llevaron diez panderos, se los robaron, y la de puñetes, déle combos, los sacaron na´a puntapiés, puro combo no mas, que total después se apaciguo la cuestión, vamos cantando otra vez"… Mascareño es un hombre “quitado de bulla”, reposado y observador, pero que conserva toda la potencia y melodiosidad de su voz, la cuál lo hizo conocido en Santiago y Valparaíso como un gran exponente del folclor porteño, en especial de la cueca en donde siempre se destacó.

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